Periscopios

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La Construcción de la Confusión
PERISCOPIOS
Macedonio Hernández 
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Sepan disculpar. Acaso la vejez, el cansancio o la confusión que impera en Babel me tengan hoy más patético que de costumbre.

No sé si a ustedes les pasa lo mismo pero a mí, en estos días en los que estoy por morirme, se me da por querer hablar con alguien.

Y no sé si ustedes se han muerto poco o mucho, pero según mi pobre experiencia, cuando uno está por morirse descubre que casi nadie quiere hablarnos.
Bah, en realidad descubro que cada vez tenemos menos ganas de hablar entre nosotros.

Yo, entonces, termino conversando con los muertos.

Y acudo al cementerio que tengo en mi casa. O sea, apelo a la biblioteca. Porque no sé si ustedes se han dado cuenta de que nuestras bibliotecas son, básicamente, el lugar donde coleccionamos la escritura de los que han muerto. Nuestros escritores de cabecera están casi todos finaditos. Si no me creen, después vayan y miren…

Pero ahora sigamos. Invoqué libros al azar y pregunté ¿por qué siento que es tan difícil hablar con alguien en estos días?
Tonces, vestido de hojas amarillas surge un tipo que me cuenta de ballenas y periscopios.
Vea, me dice: “Si los hombres viven en la barriga de una ballena sólo pueden sentir frío y hablar de las manadas periódicas de peces y de murallas oscuras como una boca abierta y de manadas periódicas de peces y de murallas oscuras como una boca abierta y sentir mucho frío”.

Y esto hace que terminen hablando solos, repitiendo un largo soliloquio.

“Pero si los hombres no quieren hablar siempre de lo mismo tratarán de construir un periscopio para saber cómo se desordenan las islas y el mar y las demás ballenas –si es que existe todo eso.
Y el aparato ha de fabricarse con las cosas que tenemos a la mano y entonces se producen las molestias. Por ejemplo, si a nuestra casa le arrancamos una costilla perderemos para siempre su amistad y si el hígado o las barbas es capaz de matarnos”[1]

Por eso al fin, los hombres suelen elegir no construir un periscopio para terminar siendo una ballena.
Y es sabido que las ballenas sólo hablan con ellas mismas.

Otro libro. Donde bien puede hablar esa ballena para decir:
“Estoy habitado: hablo a los que fui y los que fui me hablan. Experimento a veces la molestia de sentirme extranjero. Los que fui constituyen ahora toda una sociedad y acaba de ocurrirme que ya no me entiendo a mí mismo.
¡Terminemos! -les digo-. Yo he ordenado mi vida, no puedo ya prestar oídos a vuestros discursos. Que cada cual tome su trozo de tiempo: ustedes ya fueron, yo soy. Yo trabajo, escribo una novela. Compréndanlo. Y mándense a mudar…

Es así como uno se deja engañar (dice la ballena). Y es así como se pierden tantas oportunidades. Se tiene el deseo de escribir una novela pero se escribe sobre filosofía”. [2]


Y esto hace que terminemos hablando solos, repitiendo largos y tristes soliloquios.

Y será así nomás la cosa?
No sé si a ustedes les pasa lo mismo pero a mí, en estos días en los que estoy por morirme, se me da por querer hablar con alguien.

Y no sé si ustedes se han muerto poco o mucho, pero según mi pobre experiencia, cuando uno está por morirse descubre que casi nadie quiere hablarnos.

En realidad, descubro que cada vez tenemos menos ganas de hablar entre nosotros.

Por eso termino hablando con los muertos que habitan el cementerio de mi biblioteca.

Y para honrar la cita debo decir que los libros que tomé al azar eran, el uno, del finado Henri Michaux y el otro, de Antonio Cisneros. Y ahí me da como un coletazo de ballena. Enciendo la computadora, me conecto a las redes de la confusión babélica e invoco al dios Gúgle que todo lo sabe. Digito en el portal del oráculo: “Antonio Cisneros” y… caramba. Vea usted. Resultó que estuve hablando con alguien que aún está vivo.

¿Será posible, entonces, mi deseo?

No sé. Hoy estoy cansado, pero tal vez mañana… quién les dice.

A lo mejor nos vuelvan las ganas de ponernos a construir periscopios...




Macedonio Hernández | Edición Cyrano | Publicación Oral

[1] Tomado de "Poema sobre Jonás y los desalienados" de Antonio Cisneros.
Canto Ceremonial contra un Oso Hormiguero | CEDAL | 1968
[2] Tomado de "Los que fuí" de Henri Michaux.
Poemas | Fabril Editora | 1978







B   A   B   E   L   B   A   B   E   L
el que lo encuentra es bara él









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