MICROMISTERIOS / 4

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UniF
La Biblioteca Fabularia
TEATRO DE CUENTOS / ACTO 44 / ESCENA 5
Misterios, Tusterios, Nuestrosterios
EL MISTERIO DE LA FIGURITA
DEL TRINCHE CARLOVICH
 


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EL MISTERIO DE LA FIGURITA
DEL TRINCHE CARLOVICH
Las memorables habilidades del olvido


Las hojas que caen del árbol del tiempo nos precipitan hoy hacia un pasado de infancia, fútbol, figuritas y olvido. Por eso el informe micrológico de esta noche bien puede llamarse: La misteriosa figurita del Trinche Carlovich.

El olvido, señores, siempre nos recuerda aquello que seremos algún día.

Quienes logren migrar su memoria hasta el año 1973 recordarán conmigo la espectacular campaña de Central Córdoba que fuera coronada con un ascenso de categoría. Y fue en ese conjunto deportivo donde el Trinche Tomás Felipe supo lucir sus habilidades en el arte del balompié. Demos ahora un pase al win izquierdo y pisemos la pelota en el año 1974: Carlovich y otros diez, humillan a selección nacional de Sívori que se preparaba para el mundial de Alemania. Bien, frente a tamaños antecedentes personales, ocurrió que ese mismo año 74, en el álbum de figuritas de fútbol argentino, la redonda del trinche pasó a ser la más difícil de hallar. A tal punto esto fue verdad que ningún coleccionista del mundo alcanzó el privilegio de tener en sus manos la esquiva figu del Trinche. Se dice que en la ciudad de Rosario sólo hubo una. Pero hay todavía algo mucho más extraño respecto a esa estampa impar, a esa redonda codiciada para completar el álbum, pues hay quienes perjuran que la misma portaba, en el corazón de cartón de sus tintas, poderes de orden mágico.

Se ha contado en los arrabales del Gabino Sosa que quien tuvo para sí la figurita de Carlovich adquirió las prodigiosas habilidades del olvido. Pero no hablamos de un olvido avieso y nocivo sino de la facultad para borrar un recuerdo ingrato, una mala jugada de la vida, un amor desavenido, una ausencia, un dolor del alma buena.

Mas el olvido, señores, siempre nos recuerda aquello que seremos algún día.

He seguido las huellas de esa figurita del Trinche. Como una pelota que pasa sutilmente de jugador a jugador hubo una tarde en un verano donde Julio Ramírez perdió la figu tras un mal golpe de su punti contra la pared de un almacén de Pichincha. Se fabula que al tiempo, en un juego de tapaditas, una tal Nives Paschetto, incipiente actriz de los barrios rosarinos, la perdió a manos de su mejor amiga. Años más tarde, un peculiar adolescente de virtudes esotéricas, a quien llamaban Daniel Bravo, dio con la estampa de Carlovich bajo un banco de la Plaza Saavedra y sabemos que, en un entrevero confuso, la figurita quedó en poder de un tal Molfino, quien, a su vez la extravío una mañana de otoño al cruzar Avenida Francia. Los últimos referentes de posesión de la estampa del Trinche resultan ser un par de traductores que supe conocer en las mesas del Bar El Molino: el Seba Mancuso y la Silvina Vital. Ambos me mostraron ese ya viejo cartón gastado donde Tomás Felipe aún conservaba intacta y luminosa su sonrisa charrúa. Pero cierto es que, esa misma noche del Molino, la redonda desapareció para siempre.

Porque el olvido, señores, siempre nos recuerda aquello que seremos algún día.

Todos los nombrados afirman haber disfrutado del don asignado a la figurita. Todos, lograron las habilidades necesarias para borrar algún recuerdo ingrato, alguna mala jugada de la vida, algún amor desavenido, alguna ausencia, algún dolor del alma buena.

Y todos sin excepción lamentan hoy en día la pérdida de esa reliquia. Todos intentan recuperarla cual errantes vagabundos que añoran un paraíso ausente. Y entonces aquí vengo yo, a definir el lugar donde florecen las evidencias del misterio pues, queridos míos, en el álbum de fútbol argentino de 1974 jamás existió la redonda de Tomás Felipe Carlovich.

No sé que cuáles habrán sido los oscuros sucesos que obraron sobre la vida de los nombrados pero es momento de limpiar incertezas: la figurita que concede el olvido nunca jamás ha existido en este mundo.
Sé que lo que digo conmueve a quienes creen haber sido dueños de ella, pero lo que creen no fue: no hubo nunca una redonda del Trinche con la que eclipsaron un recuerdo ingrato, una mala jugada de la vida, un amor desavenido, una ausencia, un dolor del alma buena. Todo fue ilusión, una jugada defensiva tal vez, una pelota tirada a la tribuna del misterio. Y fue así. Así fue. Lo siento mucho.

Pero el olvido, señores, siempre nos recuerda aquello que seremos algún día.

Bien, estigmado señor Leto, estigmado señor Serenelli, estigmados todos: hasta aquí ha llegado este micromisterio.
Les pido, por favor, que pasemos a línea privada.

¿Estamos en línea privada? ¿Nadie nos escucha, no?
¿Estiman ustedes que los oyentes se creyeron el cuento?
Bueno, entonces en un rato les llevo la figurita del Trinche hasta la radio. Se las presto, pero que nadie se entere.





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EDICIÓN CYRANO
[DOMINGO 30 DE MAYO DE 2010] 

Cuentan que el fin del mundo ocurrirá
cuando la razón ilumine el último de los misterios
que han dado sentido a la humanidad.

Dicen que Macedonio Hernández
anda tras esos misterios
que aún resisten en el alma de las ciudades.

Algunos creen que
intenta preservar el mundo de su ocaso.
Otros, que está apurando su final.


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