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EFEMÉRIDESEFÍMERAS
Una publicación de
la Comisión de Encuentros
del Club de Perdedores

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MACEDONIO HERNÁNDEZ
en EDICIÓN CYRANO
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MACEDONIO HERNÁNDEZ
Y EL CLUB DE PERDEDORES

Se dice que Macedonio anda de perdedor...

Suele ser difícil asistir a una reunión del Club de Perdedores pues lo que habitualmente se les pierde es el mismo Club. Por eso es conmovedor presenciar el cierre de una asamblea de perdedores. Ellos, sabedores del estigma que los acompaña, celebran el brindis de despedida cual si fuese el último. Y al disgregarse por el mundo vuelven a perderse hasta un azaroso y dudoso porvenir.

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III JORNADAS DE MINIFICCIÓN / ROSARIO / OCTUBRE DE 2009
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Es verdad, cuando uno está solo, está solo...
































































































































































MACEDONIO Y EL CLUB DE PERDEDORES

La Biblioteca Fabularia
TEATRO DE CUENTOS / ACTO XXXVI
Crónicas por la ciudad de la Rosa y del Río


Escena 10
MACEDONIO HERNÁNDEZ
Y EL CLUB DE PERDEDORES


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Se dice que Macedonio anda de perdedor...

Suele ser difícil asistir a una reunión del Club de Perdedores pues lo que habitualmente se les pierde es el mismo Club. Por eso es conmovedor presenciar el cierre de una asamblea de perdedores. Ellos, sabedores del estigma que los acompaña, celebran el brindis de despedida cual si fuese el último. Y al disgregarse por el mundo vuelven a perderse hasta un azaroso y dudoso porvenir.

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Es verdad,
cuando uno está solo,
está solo...































































































































































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EFEMÉRIDESEFÍMERAS
Una publicación de
la Comisión de Encuentros
del Club de Perdedores

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MUJERES PERDIDAS
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MACEDONIO Y BONIFACIO LASTRA
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FICCIÓN MÍNIMA


EL DESCONCIERTO DEL DOMINGO


MIRIAM CAIRO


LA NAVE DE LOS LOCOS


ROBERTO JUARROZ




























































































Es verdad,
cuando uno está solo,
está solo...































































































































































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MACEDONIO Y EL CUARTO OSCURO
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MACEDONIO Y EDELMIRO RAFANELLI
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Es verdad,
cuando uno está solo,
está solo...































































































































































MACEDONIO Y BONIFACIO LASTRA

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MACEDONIO Y BONIFACIO LASTRA
Edición Cyrano despachó a su movilero hasta Italia,
más precisamente hasta Italia y la vía.

Estigmado señor Leto, estigmado señor Serenelli, estigmados todos: se saluda.

Heme aquí, nomás: en Italia y la vía. ¿Y qué avatares traen a este movilero Cyrano hasta Italia y la vía? Paso a crónica parlante.
Cualquier ambulante que ronde por esta encrucijada de asfalto y acero podrá descubrir, a los costados de la vía férrea, dos cortadas que penetran hacia el corazón de la manzana urbana y que, al llegar a su centro, se truncan.
Son dos callejuelas sin salida y esta cualidad de conclusión abrupta no un capricho topográfico sino una estrategia primordial: pues nadie utiliza callejones sin salida como senda de tránsito hacia algún lugar. Por ende, sólo ingresan en estos pasadizos quienes a ellos se destinan.

Ocurre que por estas cortadas inconclusas es factible entrar y salir de una de las tantas ciudades que se bifurcan hacia otras dimensiones del universo. Estos callejones conducen, oyentes de alma cyrana, hasta la ciudad de Obnúbila. En algún futuro, bajo el azar de otras coordenadas, quizás tal vez acaso nos aventuremos en los dominios de esta metrópoli. Pero esta noche es esta noche y es menester fabular acerca de las cortadas de Italia y la vía. El lugar, queridos amigos, es compartido por vecinos de la ciudad de Rosario y de la ciudad de Obnúbila pero cada uno de ellos ignora la existencia del otro; los rosarinos nada saben de Obnúbila y los obnubilados ignoran todo acerca de Rosario. Esta mutua omisión sólo incumbe a los hombres pues, los gatos, los perros y algunas mujeres que pueblan las callejuelas tienen total percepción de ambos continentes. Lo mismo ocurre con quienes devenimos del prodigio accidental de las ficciones.

Bien. En una de las cortadas de Italia y la vía, en las comarcas que pertenecen a Obnúbila, vive quien ha de dar razón a esta crónica móvil radiofónica. Me refiero al vecino Bonifacio Lastra. Sé que el amigo Bonifacio supo ser morador del territorio nacional argentino pero ignoro casi por completo ese pasado de historia canónica. Cierto es que conocí a Bonifacio Lastra allá por el año 1986, cuando una tarde de sábado llegó a una de nuestras Bibliotecas Fabularias con un librito de cuentos en el bolsillo de su gabán. Andaba buscando casa y trabajo. Tras varios experimentos terminó alojado en una vivienda de la cortada donde la Comisión de Mitómanos desarrollaba tareas para el periódico de Obnúbila. Desde entonces Bonifacio colabora en la sección “necrológicas” de la publicación. Quienes hayan tenido el honor de leer la obra de Lastra comprenderán cabalmente el vínculo profesional con las artes funerarias. Para los que deseen corroborar este punto puedo sugerir la lectura de “El prestidigitador” que fue el libro que Bonifacio presentara a LaFabularia la tarde en que llegó, allá en el año que se cuenta 1986.

La cosa del oficio informativo es así: La redacción de necrológicas del periódico de Obnúbila, asignada a la Comisión de Mitómanos y a Bonifacio Lastra, tiene por misión la confección del parte diario de difuntos.
Este parte diario de difuntos se expone, cada mañana, en los muros del correo público.
Por tal motivo editorial, cuando uno aparece en la nómina tiene tiempo hasta la noche para morirse.

Pero más allá de estos servicios comunitarios, Bonifacio se ocupa de alquilar el umbral de su casa a quienes necesiten de él, me refiero a todos los obnubilados que anden necesitados de un umbral.

“Un momento”, podrán decir ustedes “¿Y para qué alguien puede necesitar un umbral?”

Señores míos, quién de nosotros no anheló más de una noche peripatética un umbral donde mitigar la espera, un umbral donde fraguar el encuentro amoroso con la dama de ensueños, un umbral donde hallar el lugar justo para pensar la noche y el silencio.

Todos estos usos pueden verificarse en el umbral de la casa de Bonifacio Lastra.

Pero en términos estadísticos hay una demanda de umbral que supera largamente a las nombradas. Muchos obnubilados, y doy testimonio de ello, muchos obnubilados llegan hasta la cortada de Italia y la vía para alquilar el umbral de Bonifacio al sólo efecto de ver pasar el cadáver de su enemigo.

Así es estigmados míos, sentarse en el umbral a ver pasar el cadáver de nuestro enemigo. La visión que se obtiene no necesariamente es contemporánea al suceso de muerte. Ver pasar el cadáver de nuestro enemigo no significa que nuestro enemigo ya esté muerto. En realidad, quienes llegan hasta el umbral de Bonifacio, lo hacen más que nada para descubrir a su enemigo, para saber quién es el enemigo que talla oscuridades sobre el efímero relato de nuestras vidas.

Por muchos años Bonifacio me tentó para que me sentara en umbral de su casa y por muchos años me negué al convite. “Todos tenemos enemigos amigo Macedonio, me decía el muy gualichero, puede ser útil conocer su identidad. O es que usted, viejo patético, teme que el tren de cadáveres, en su caso, sea interminable”. Los dos sabemos, desde siempre que esa idea es falaz, me refiero al tren interminable de enemigos. “Nadie se molesta por nosotros Bonifacio, tal vez, si llego a sentarme en el umbral de su casa nadie acuda a la cita”. Pero los dos sabemos a ciencia cierta la verdad. Y debo admitir que una noche de domingo me senté en el umbral para certificar mis ficciones. Es más, cada vez que la soledad me obnubila, vuelvo a sentarme en el umbral de esa casa, en esa cortada de Italia y la vía, a ver pasar el cadáver de mi enemigo. Cada vez que el desamparo y la melancolía me muerden las tripas, me siento en ese umbral a verme pasar.
Entonces me levanto, camino hacia el centro del callejón sin salida y me abrazo a mí mismo, me abrazo a mi único enemigo, me abrazo a mí como el cielo a la nada. Y después nos vamos juntos, a emborracharnos de madrugada y cuentos, a celebrar fabulaciones de tanto fracaso exitoso en este mundo.

Perdón, he llegado al umbral. Ya es hora de despedirme.
Un saludo
Una reverencia
Me llamo Hernández digo, Macedonio Hernández.
Y esto es un decir.




EDICIÓN CYRANO
[DOMINGO 12 DE JULIO DE 2009]



¿Qué leves ánimas pueblan la noche del domingo?
¿Qué amores redimidos buscan refugio en las plazas desiertas?
¿Quiénes, en los abismos de una calle, fabulan lo que no ha sido?
¿Dónde se reúnen los sueños huérfanos de soñadores?

Cuando algunos domingos precipitan hacia el centro de la noche,
Macedonio Hernández mueve el alma de sus pasos
y regresa para contarnos…



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EFEMÉRIDESEFÍMERAS
Una publicación de
la Comisión de Encuentros
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MACEDONIO HERNÁNDEZ
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DOMINGO 12 DE JULIO
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MACEDONIO Y BONIFACIO LASTRA
Edición Cyrano despacha a su movilero hasta Italia,
más precisamente, hasta Italia y la vía.

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Cierto es que conocí a Bonifacio Lastra allá por el año 1986, cuando una tarde de sábado llegó a una de nuestras Bibliotecas Fabularias con un librito de cuentos en el bolsillo de su gabán. Andaba buscando casa y trabajo. Tras varios experimentos terminó alojado en una vivienda de la cortada donde la Comisión de Mitómanos desarrollaba tareas para el periódico de Obnúbila. Desde entonces Bonifacio colabora en la sección “necrológicas” de la publicación. Quienes hayan tenido el honor de leer la obra de Lastra comprenderán cabalmente el vínculo profesional con las artes funerarias. Para los que deseen corroborar este punto puedo sugerir la lectura de “El prestidigitador” que fue el libro que Bonifacio presentara a LaFabularia la tarde en que llegó, allá en el año que se cuenta 1986.


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MACEDONIO Y EL CUARTO OSCURO
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MACEDONIO Y EDELMIRO RAFANELLI
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Es verdad,
cuando uno está solo,
está solo...































































































































































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EFEMÉRIDESEFÍMERAS
Pero cuando cae la noche, vos te sentás ante tu ventana,
y lo soñás...
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MACEDONIO Y EL CUARTO OSCURO
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HOTEL KAFKA
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Es verdad,
cuando uno está solo,
está solo...































































































































































MACEDONIO Y EL CUARTO OSCURO

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LO OSCURO DEL CUARTO OSCURO


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Edición Cyrano despachó a su movilero al cuarto oscuro.


Estigmado señor Leto, estigmado señor Serenelli, estigmados todos: se saluda.

A ver, cómo les cuento.
Esta noche, este movilero cyrano iba a representar ante ustedes la odisea vivida en el camino que lo llevó hasta el cuarto oscuro eleccionario. Esta noche iba a dar alguna luz trémula a la pregunta ¿por qué es oscuro el cuarto oscuro si el cuarto oscuro debe estar, necesariamente, iluminado? Esta noche iba a transferir a vuestros dominios una colección de lecturas que daban sentido al interrogante ¿Qué es entonces lo oscuro del cuarto oscuro?
Pero tal vez tanta lectura da causalidad al decir de un homo sapiens de esta aldea: “leer te llena la cabeza de palabras”. Y por ahí es verdadero el eslogan vende-libros “leer te llena la cabeza de palabras”. Es como dice el Schopenhauer: “Cuando leemos, otro piensa por nosotros”, por ahí leer es como la tele, viste? te llena la cabeza y no deja ni el menor lugar para un pensamiento propio.
Y para completar el asunto esta noche yo quería jugar como juegan los pibes en las calles del barrio. Pero a lo mejor también es verdad lo que afirman los vendedores de jabón de baja espuma: jugar ya no es lo importante, lo importante en estos tiempos es lo sucio, “porque ensuciarse hace bien”. “Porque ensuciarse hace bien” publicitan los vendedores de jabón “alamático”, porque sólo lo sucio conduce al bien vivir.

A ver, cómo les cuento.
Los vientos me han dejado, náufrago y desnudo, frente al canto de las sirenas, y estos fetiches del bestiario mediático me han dislocado el alma.
Porque en verdad, mis amigos, el agobio y la desolación están aplastando mi vida.

A ver, cómo les cuento.
Estoy podrido, repodrido, de tanto fin del mundo. Estoy podrido, recontramil podrido, de padecer el canto de los espantos mediáticos. Entonces, en un acto egocéntrico e inútil, voy a dejar (por unos minutos) que todos los apocalipsis programados para esta semana se vayan al diablo.
Y si en virtud de un leve milagro de azar hay alguien escuchando, quiero que sepa que estoy ahora sentado en el sillón de los cuentos, que invité a todas las ánimas que pueblan mi biblioteca a sentarse conmigo, que estoy fumando un cigarrillo, que hay un vaso de vino en mi mano siniestra y que he dejado de llorar por un momento.
Si hay alguien escuchando, quiero que sepa que voy a pedirle a un viejo maestro de letras, a un compañero de fabulaciones perdidas, que cuente un cuento que me deje dormir, al menos, esta noche.
Mucho me gustaría que, si alguien está escuchando, pare un segundo. Eso es, ahora busque una silla y siéntese frente a una ventana porque lo invito al sueño de un sueño.

Porque un viejo maestro de letras, ahora, me cuenta: “El emperador –se rumorea- te ha enviado un mensaje personal a vos, el solitario, el más miserable de sus súbditos, la sombra que ha huido a la más distante lejanía, insignificante sombra que se inclina ante el sol imperial. Sólo para vos envió un mensaje el Emperador desde su lecho de muerte. Ordenó al mensajero que se arrodillara en el piso, a un lado del lecho, y le susurró el mensaje. Tan importante lo consideraba el Emperador, que ordenó al mensajero que se lo repitiera al oído en otro susurro. Con un movimiento de cabeza, le confirmó que estaba bien. Y ante la muchedumbre reunida para contemplar su muerte (todos los muros que obstruían la vista habían sido derribados, y sobre espaciosas y altas gradas lo rodeaban en círculo los grandes príncipes del Imperio), ante todos ellos, ordenó al mensajero que partiera. El mensajero emprendió viaje en el acto. Era un hombre de gran fuerza, infatigable. Se abre paso entre la multitud, empujando con sus brazos; si alguien le opone resistencia, sólo señala su pecho, donde rutila el símbolo del sol. Por lo demás, el camino le resulta más fácil a él de lo que le resultaría a cualquier otro hombre. Pero las multitudes son innumerables; la cantidad de hombres que la integran es infinita. Ah, si sólo pudiera alcanzar campo abierto, con cuánta rapidez avanzaría; sin duda pronto escucharías el golpe de sus puños contra tu puerta. Pero no es esto lo que logra, y vanamente desgasta sus fuerzas; si todavía no está haciendo otra cosa que tratar de abrirse camino a través de las salas del palacio central. Nunca llegará al final de éstas, y aunque lo lograra nada ganaría con ello: todavía tendría que luchar por abrirse camino escaleras abajo; y aun si lo lograra, nada ganaría con ello; le faltaría todavía atravesar los patios; y atravesados los patios le quedaría el segundo palacio, que rodea al central; y correspondientemente nuevas escaleras y patios; y después de ellos, otro palacio, y así siempre, siempre, durante miles de años; y aún si al fin irrumpiera a través de la última salida (pero jamás, jamás podría esto suceder) se encontraría frente a la capital imperial, el centro del mundo, colmado hasta estallar por sus propios desperdicios. Nadie sería capaz de abrirse paso a través de esto, y menos aún un hombre que lleva el mensaje de un muerto. Pero cuando cae la noche, vos te sentás ante tu ventana, y lo soñás”.

Escuchá otra vez: Pero cuando cae la noche, vos te sentás ante tu ventana, y lo soñás; y lo soñás, y lo soñás…




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Nota del Editor: El viejo maestro de letras es Franz Kafka; el cuento que cuenta suele titularse “Un Mensaje Imperial” fechado, según J. Rottner, en 1917. Dicho texto aparece en la obra “Un Médico Rural”.




EDICIÓN CYRANO
[DOMINGO 28 DE JUNIO DE 2009]



¿Qué leves ánimas pueblan la noche del domingo?
¿Qué amores redimidos buscan refugio en las plazas desiertas?
¿Quiénes, en los abismos de una calle, fabulan lo que no ha sido?
¿Dónde se reúnen los sueños huérfanos de soñadores?

Cuando algunos domingos precipitan hacia el centro de la noche,
Macedonio Hernández mueve el alma de sus pasos
y regresa para contarnos…











































































































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