EL PODER DE LA IGNORANCIA


TEATRO DE CUENTOS
/ ACTO XXXV
¿Qué islas llevar a un libro desierto?

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Escena 23
"EL PODER DE LA IGNORANCIA"
Vargas Llosa - Borges - Espinosa

Pasadyescuchadporplis




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PALABRASCRUZADAS

[Cruce, si quiere: algunas palabras son puentes]









EL PODER DE LA IGNORANCIA
Vargas Llosa / Borges / Espinosa


Salute fábula, remeros de agua dulce; no olviden ustedes que “donde termina el agua empieza el río”.

Esta noche tampoco viene fácil. Por eso quiero parodiar al viejo trujamán de los retablos: Público, respetable público, hay que tener cuidado con lo que decimos. Por más que hayamos olvidado las artes de la creación, cada palabra enunciada repone lo nombrado en algún lugar de algún universo.

Estigmados míos, he vuelto a dejar, apoyada en el tronco del sauce llorón, la monocicleta de viajes. Estoy movileando otra vez desde el incierto final de la calle Italia, en el borde mismo de la barranca a cuyos pies discurre el Río Paranada. Mi mochila contiene un inventario de libros que hablan del mundo y de los hombres.

Fragmentos de la voz de estos libros atraviesan mi espíritu, efímeras palabras se instalan cardinales en derredor de este falso abismo de tierra e iluminan mi porfiada ignorancia. Porque esta noche, la ignorancia es el foco de nuestras alegorías. Esta noche, oyentes de alma cyrana, las palabras fluyen hacia el poder de la ignorancia.

Dicen que ciertos libros, acechados por el olvido, resisten su naufragio invocando a un lector. Los invito entonces a resistir naufragios en algún desierto fabulado por el poder de la ignorancia humana.

Existe un libro donde “el hablador” de Mario Vargas Llosa conjetura acerca del saber de ciertos habitantes de la selva peruana. Y como el saber es una de las formas de la ignorancia, escuchemos al hablador que nos dice:

“Lo más importante, para ellos, es la serenidad. No ahogarse nunca en un vaso de agua ni en una inundación. Hay que contener todo arrebato pasional pues hay una correspondencia fatídica entre el espíritu del hombre y los de la Naturaleza y cualquier trastorno violento en aquél acarrea alguna catástrofe en ésta”.
Nuestra ignorancia suele no entender que “la pataleta de un tipo puede hacer que se salga un río, y, un asesinato, que el rayo queme la aldea. Tal vez ese choque del Expreso, en la avenida Arequipa, esta mañana, es culpa de tu puñetazo al borrachito de ayer. ¿No te remuerde la conciencia?”

Guarden ustedes en los bolsillos del recuerdo estas palabras de Vargas Llosa y permitan que ahora instale en el aire del decir lo que mi patética razón supone el paradigma del poder de la ignorancia humana.


A saber: el viejo Borges alberga en su libro de seres imaginarios a los Lamed Wufniks. Sobre ellos, Borges derrama el siguiente relato:

“Hay en la tierra, y hubo siempre, treinta y seis hombres rectos cuya misión es justificar el mundo ante Dios. Son los Lamed Wufniks. No se conocen entre sí y son muy pobres. Si un hombre llega al conocimiento de que es un Lamed Wufniks muere inmediatamente y hay otro, acaso en otra región del planeta, que toma su lugar. Constituyen, sin sospecharlo, los secretos pilares del universo. Si no fuera por ellos, Dios aniquilaría al género humano. Son nuestros salvadores y no lo saben.”

Bien, estigmados míos, agradezco la cordial tolerancia que han dado a estas mínimas fantasías. Antes de volver al refugio de la ignorancia y, a modo de epílogo, quisiera dejar sobre la barranca de esta noche una ignota paradoja expresada por Benedicto Espinosa quien, a propósito de la sentencia “Si un hombre llega al conocimiento de que es un Lamed Wufniks muere inmediatamente” ha escrito:

“Un día, como muchos enamorados, juraron decirse siempre la verdad. Hoy, ella descubre que su amado es un Lamed Wufniks.
Entonces ¿qué hacer con tan terrible juramento?”

En fin. Hecho está. Bajo la noche enramada en este sauce los invito a continuar el inventario de voces que hablan acerca del devenir humano por los ríos del universo fabulario.

Un saludo, una reverencia.
Me llamo Hernández, digo
Macedonio Hernández.
Y esto, es un decir.






Fuentes:

- Mario Vargas Llosa. “El hablador”. Barcelona: Seix Barral, 1987.
- David Ovich, María Alejandra Atadía, et all. "Teatro de Cuentos. Acto XXXI". Ciudad de la Rosa y del Río: GES, 2009.
- Jorge Luis Borges, Margarita Guerrero. “El libro de los Seres Imaginarios”. Barcelona: Bruguera Alfaguara, 1979.





febrero 2009


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