CRÓNICA DE REYES


TEATRO DE CUENTOS
/ ACTO XXXV
¿Qué islas llevar a un libro desierto?

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Escena 20
"CRÓNICA DE REYES"

Un Diario Apócrifo de Groucho Marx





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PALABRASCRUZADAS
[Cruce, si quiere: algunas palabras son puentes]



Lo que acontece no devela los misterios del mundo.

Lo que acontece es, apenas,

un indicio de nuestro misterio en el mundo.




Estigmado señor Leto, estigmado señor Serenelli, estigmados todos: se saluda.


Después del picadito en la plaza, este mediodía, los pibes del barrio se congregaron a la sombra del viejo paraíso para interpelarme acerca de este asunto de los tres reyes magos.

La fatiga provocada por la pragmática futbolera, extrañamente, no eclipsó los endebles tendales de mi memoria y pude apelar a un viejo diario apócrifo escrito por don Groucho Marx donde se registran algunas "Crónicas de Reyes". Ergo, fabulé al piberío el raconto que sigue:


1. Con el advenimiento y expansión de los imperios occidentales algunos reyes del oriente fueron condenados al exilio. Diversas memorias registran su devenir por el mundo y las ficciones de la Historia, ciencia ésta, madre de falacias y solipsismos.


2. Existe en dicha obra una crónica que refiere a tres reyes magos que, errabundeando tras una estrella, arriban al poblado de Belén. Doctos historiadores dicen que dicen que estos tres reyes magos fueron conocidos como Melchor, Gaspar y Baltazar y coinciden en destacar que esta narración es, tal vez, la más celebrada de todas.


3. Empero, si continuamos el derrotero de crónicas llegamos a los Archivos de Indias donde consta un relato que habla de tres reyes malos contratados por la corona como mercenarios para emprender la conquista de América. Incluso, se anexan documentos posteriores donde el trío conserva su oficio mercenario en múltiples empresas imperiales acontecidas en territorios americanos de Argentina, Chile, Paraguay et all. Los expedientes coinciden en reconocer a estos tres reyes malos bajo el patronímico: Melchorro, Garcar y Va-a-asaltar.


4. Otra fuente surge de los registros del mismísimo Fondo Monetario Internacional. En ellos se menciona a tres reyes pagos al servicio de banqueros en las sucursales del tercer mundo. Los nombres que detalla la fuente para estos tres reyes pagos son Malhechor, Garpar y Va-al-transar.


5. El último dato que puedo aportar a este asunto nos lleva a una fabulación que circula por las calles de la ciudad de la Rosa y del Río. En ella se habla de tres diableros cirujas que, las madrugadas de cada 6 de enero y a cambio de unas pizzas de muzarella y un par de botellas de sidra, juntan el pasto que el piberío dejó a la vera de sus zapatos esperando el milagro de un regalo. A este trío se lo conoce como los tres reyes vagos y, acaso por coherencia con su estado divagante, su nombre es desconocido. Lo cierto es que estos tres reyes vagos que anidan en los baldíos de la ciudad refutan ciertos rumores que dicen que los reyes no existen o que los reyes son los padres.


6. Ahora bien, ¿qué historia sustancia el pensamiento de la humanidad en estos tiempos? ¿Qué reyes reinan en nuestros corazones? Reyes magos, reyes malos, reyes pagos, reyes vagos…

Al llegar a este punto de mi fabulación el piberío me detuvo. "Vea Macedonio, no es que usted aburra con su soliloquio pero tenemos que ir a morfar. Lo que nosotros queríamos es dejarle algunas preguntas para que lleve a Edición Cyrano esta noche. Un par de cuestiones para que los oyentes, si pueden, escuchen".


Entonces, este movilero cyrano cumple su rol mediador y enuncia las cuestiones formuladas.

La primera: Por qué los padres que ayer se preguntaban ¿qué vamos a regalar a nuestros hijos? hoy dicen ¿qué vamos a comprar a nuestros hijos? Esta alteración de significado hace que, los hijos que antes decían ¿qué te regalaron los reyes? hoy se interrogan diciendo ¿qué te compraron para reyes?

La segunda: Hablando de comercio y consumo, ¿puede explicarse por qué una "regalería" es un negocio donde se “venden” regalos?


En fin. Hecho está.

Señores cyranos, visto que estamos en este mundo, tal vez, para que algunas cosas puedan ser, cedo mis palabras al Viento de Ningunaparte y me despido:

Un saludo una reverencia.

Me llamo Hernández, digo, Macedonio Hernández.

Y esto, es un decir.



[EDICIÓN CYRANO, 04 DE ENERO 2009]

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